martes, 27 de junio de 2017

Tumaini ya forma parte del Mercado Social, ¿nos acompañas?

Almu y Mónica difundiendo los viajes solidarios de Tumaini.
Desde que nació Tumaini lo teníamos claro: queríamos fomentar una forma diferente de viajar, dar prioridad al consumo sostenible, impulsar la economía local y solidaria. Y ahora en este camino, ¡ya no estamos solas! Nos unimos al Mercado Social de Madrid, una cooperativa de entidades que creen que otra economía es posible. ¿Y tú? ¿Nos acompañas en este nuevo camino?


¿Qué es el Mercado Social?

Se trata de una red de empresas, organizaciones y consumidores que ponen la ética, la ecología y la solidaridad por delante del beneficio económico. Por una parte, las entidades que ofrecen productos y servicios crean red, se apoyan las unas a las otras y mejoran su visibilidad. Por otra, la ciudadanía encuentra en el Mercado social un lugar donde poder comprar de forma sostenible. Juntas, creamos un circuito alternativo al comercio convencional.

Más de 150 entidades ya forman parte del Mercado Social de Madrid: medios como El Salmón Contracorriente, librerías como Traficantes de Sueños, organizaciones como Ecologistas en Acción, espacios como Teatro del Barrio, etc. En vuestra próxima compra, os animamos a utilizar el buscador de la web de Mercado Social para encontrar una alternativa de calidad y con compromiso social.

Entradas del evento solidario en favor de Holes in the Borders.

Todas las personas somos refugiadas

El 7 de julio, las entidades que formamos el Mercado Social organizamos un evento solidario a favor de las personas refugiadas. “Ayer, hoy o mañana, todas las personas somos refugiadas” tendrá lugar de 20 a 23 h. en la Nave Terneras del Matadero de Madrid. Se trata de un divertido encuentro donde podréis disfrutar de teatro, música y danza en directo, conocernos de cerca y hacer vuestra pequeña aportación para Holes in the Borders, ONG que ofrece asesoramiento jurídico, un piso de acogida, billetes solidarios y atención sanitaria a personas refugiadas en Grecia. La entrada cuesta 4 euros e incluye consumición.

¡Os esperamos!



jueves, 22 de junio de 2017

“La amistad es una de las cosas que nos llevamos de vuelta de Kenia”

Bea, Laura y María junto a niños y niñas de Kenia.
Esta es la historia solidaria de tres chicas que, hace unos meses, decidieron viajar a Kenia para colaborar en un orfanato y escuela. Bea y Laura son compañeras de trabajo, y la experiencia las ha “unido todavía más”. Ya en Nairobi, conocieron a María. Su amistad es una de las mejores cosas que les ha ocurrido en su viaje, además del tiempo compartido con los niños y niñas.

Bea y Laura, vosotras sois compañeras de trabajo, ¿cómo surgió la idea de hacer un viaje solidario?

Bea: hace dos años, yo colaboré con el orfanato de Kenia a través de Tumaini. Mi experiencia fue tan gratificante y emotiva que tenía muchísimas ganas de volver. Estoy tan interesada en este proyecto desde que volví, que he intentado comunicárselo a todo mi círculo de amistades, familia y trabajo. Y así es cómo Laura se animó a venir… Ella llevaba tiempo queriendo viajar como voluntaria y, como le pasa a mucha gente, le surgían dudas y miedos. Supongo que, si una persona de confianza te habla de lo increíble que es vivir esta experiencia, es más fácil lanzarse a la aventura.

María, tú, en cambio, viajaste sola, ¿qué te animó a emprender el viaje?

María: Era una idea que llevaba mucho tiempo rondándome por la cabeza. De hecho, dos años atrás estuve a punto de irme, pero al final no pudo ser. Tuve miedos y dudas desde el principio. De hecho, incluso me planteé cancelar el viaje, pero lo superé siendo realista. Ir sola no significaba estar sola, sino poder conocer a personas con las mismas inquietudes que yo.

Conocer a  Laura y Bea, que justo iban a viajar al orfanato en las mismas fechas que yo, me animó mucho. Aunque sólo fue por teléfono, me aportaron tranquilidad y confianza. Además, tuve mucho apoyo de las personas que realmente me conocen. Una vez vivida esta experiencia, puedo decir, que la mayoría de mis miedos eran absurdos: miedo al idioma, a la falta de seguridad, a no encajar en el proyecto…Todo es mucho más sencillo y mucho más gratificante de lo que podía imaginar.

La educación es uno de los pilares del orfanato de Nairobi.


¿Cómo fue vuestro primer día de voluntariado? 

María: Fue una mezcla de sentimientos: nervios, emoción y curiosidad. ¡Es una sensación indescriptible! Disfruté de la experiencia desde el primer día. Tanto los niños y niñas como los responsables del proyecto nos recibieron con mucho cariño y nos hicieron sentir como en casa.

Bea: En mi caso, era la segunda vez que iba, por lo que mi primer día fue muy emotivo. Tenía muchas ganas de volver a ver a los niños, no sabía si se iban a acordar de mí… Lo que más me gustó fue el abrazo que me dio una de las niñas cuando me vio. Ha sido uno de los momentos más bonitos de esta experiencia: ver que se acordaba de mí y que le hacía ilusión que volviera.  Además, me gustó ver que en el orfanato se habían hecho cambios importantes: una nueva planta para clases, un nuevo edificio, un pozo para suministrarles agua, etc.

¿Cómo os conocisteis entre vosotras?

Bea: A Laura la conocía de mi trabajo. En todo momento sabía que esta experiencia iba a ser aún más bonita con ella. A María la conocí en el orfanato. Yo ya estaba allí cuando ellas llegaron. Como María es de Mérida y nosotras de Madrid, no nos conocíamos, solo por teléfono. La convivencia ha sido buenísima. María es una bellísima persona que ha estado pendiente de los peques en todo momento. Hemos tenido mucha suerte de compartir la experiencia con ella.

María: Las conocí a través de Tumaini, hablé con ellas por teléfono y me animaron a realizar el viaje. Me alegra mucho haberlas conocido. Ambas son una de las mejores cosas que me llevo de la experiencia. Me hicieron sentir muy cómoda en todo momento, son dos chicas con un gran corazón. ¡Creo que hicimos un buen equipo!

Bea con una de las niñas del orfanato y escuela.

¿En una experiencia tan intensa es más fácil hacer nuevas amistades?

María: Si es más fácil, porque compartes tu tiempo con personas con tus mismos intereses. Además, pasas prácticamente todo tu tiempo con ellas y son tu apoyo en todo momento.

Bea: Al tener que comunicarte en otro idioma y haber una diferencia cultural tan grande, es importante tener apoyo de gente que tenga pensamientos similares a los tuyos.

¿Habéis mantenido el contacto entre vosotras después del viaje?

Bea: Sí claro. Con Laura coincido todos los días en el trabajo y la verdad es que el viaje nos ha unido aún más. Nos hemos apoyado mucho a la vuelta. Con María seguimos hablando y aunque ella esté en Mérida seguro que la volveremos a ver.

María: Son dos personas a las que tengo mucho cariño ¡y no me gustaría perder el contacto!

Momento de relax y risas entre voluntarias y niños y niñas.


¿Cómo fue vuestra relación con los y las peques?

María: Muy buena, ¡son maravillosos! Con el paso de los días, fueron teniendo más confianza, te buscaban para jugar, te hacían partícipe de sus cosas y también eran más traviesos 😜 Es fantástico ver cómo disfrutan de cualquier cosa, cómo se cuidan entre ellos, e incluso de nosotras. Recuerdo una anécdota muy bonita. Cuando Laura y Bea se fueron, yo me quedaba un día más. La despedida fue muy emotiva y me sentía un poco triste, ¡pero en cuanto se fueron, un grupo de niñas vinieron a abrazarme! Es curioso cómo al final hacen mucho más por nosotras que nosotras por ellas.

Bea: En mi caso, algunos niños y niñas más pequeños no se acordaban de mí. Otros sí y les hizo muchísima ilusión volver a verme (y a mí a ellos). Los niños y niñas del orfanato son un amor. Son muy educados y respetuosos. A nosotras nos emocionaba ver que cualquier cosa les hiciese tantísima ilusión. Esos niños y niñas son felices con nada y saben disfrutar de verdad cada segundo que pasa.

¿Hay alguna historia de algún niño o niña que os haya marcado especialmente?

Bea: Sí, lo más impactante es conocer su pasado. La mayoría de los niños y niñas que están allí han pasado por situaciones muy duras. Se merecen que les ayudemos y les demos todo el cariño posible yendo allí.

Los niños y niñas son muy risueños, ¡les encanta jugar! 

¿Qué habéis aportado al proyecto? ¿Habéis trabajado juntas o cada una ha hecho una tarea distinta? 

Bea: Al ser la segunda vez que iba, teníamos varias ideas ya que conocía un poco más las necesidades del orfanato. Antes de viajar, realizamos una campaña para recaudar fondos y poder comprar: ropa interior, toallas, zapatos, compresas, medicinas, productos de higiene, un proyector, una nevera, espejos, semillas, comida para 100 niños para 3 meses, etc. Una vez allí, hicimos un taller de higiene con los niños.

María: Las tres hemos trabajado siempre en equipo, nos hemos organizado y repartido las tareas entre nosotras.

¿Os gustaría volver en un tiempo y ver cómo han crecido los niños y niñas?

Bea: Por supuesto. Pensaba que iba a ser mi segunda y última vez y tenía la necesidad de volver a verles para ver cómo estaban y ya despedirme. Sin embargo, me he enamorado de ellos aún más. Espero volver el año que viene o como mucho dentro de dos, siempre que me sea posible.

María: ¡Claro que si! Espero poder volver tan pronto como me sea posible. Me haría muy feliz volverlos a ver.


La comba es uno de sus juegos favoritos. ¡Qué energía! 

¿En qué os ha cambiado la vida este viaje solidario?

Bea: Me ha cambiado muchos aspectos de mi vida. Cuando ves lo felices que son con la cantidad de carencias que tienen te quedas impactada. Los niños son felices a pesar de no tener una familia. Ellos mismos y Julius y Tabitha (los dueños del orfanato) son su familia. Se emocionan por pintar una hoja o por hacer una pulsera ese día. Lo más increíble es que cuando tienen sus dibujos y sus pulseras… ¡te los regalan! Todo esto te da una auténtica lección del sentido de la vida. Estar allí me hace querer ser mejor persona, valorar todo lo que tengo. Me siento afortunada y a la vez con más ganas de ayudarles.

María: Animo a todo el mundo a vivir esta experiencia. Es una oportunidad única para convivir con otra cultura, aprender, conocer a personas excepcionales y sobre todo disfrutar jugando, paseando, bailando y riendo con los niños y niñas. Cada minuto con  ellos es un regalo.


Foto artística de voluntarias y peques.




martes, 6 de junio de 2017

Un año en Katmandú

Inés y Nyima con varias estudiantes de Komang en Katmandú
La Vida en Komang no transcurre como en la mayor parte del mundo. Esta pequeña aldea se encuentra a gran altitud (4.500 m.) en la región de Dolpo, al oeste de Nepal y limitando al norte con el Tíbet, ahora en China. Para llegar a Komang desde Katmandú se necesitan unos 15 días donde se compagina autobús, avión y un duro trekking de casi 10 días. En Komang no se imparte educación secundaria. Cuando los niños y niñas llegan a una determinada edad, se separan de sus familias para ir a Katmandú a continuar sus estudios.

Esta es la historia de Pema* que a los 12 años vino a Katmandú a estudiar gracias a una ONG local que ayuda a jóvenes de aldeas aisladas tibetanas a acceder a un futuro mejor.


Primera semana en Katmandú

"Acabo de llegar a Katmandú, estoy muy emocionada. Estar aquí es como un sueño… ¡hay águilas enormes que hacen mucho ruido! Miss ha dicho que las personas van dentro y que las utilizan para viajar pero no acabo de entender cómo puede ser… Y la gente se sube en unas cosas muy guays que cuando se mueven sacan humo pero no hay por ninguna parte yaks ni caballos. Además, hay…¡tanta gente! Y no tenemos que ir a buscar el agua al lago y cargar con ella cada mañana,¡llega directamente a casa! ¡Ni si quiera necesitamos leña para cocinar! La semana que viene comienzo el colegio, ¡estoy tan emocionada!

Cuarta semana en Katmandú

Ir al colegio es horrible. No entiendo nada... Voy a ser el fracaso de mi familia. Creo que los otros niños se ríen de mí, pero ni siquiera puedo entenderlos porque aquí nadie habla tibetano. Todo el mundo evita sentarse a mi lado. Me siento muy sola. Cuando hablo con mis hermanos de Komang no puedo parar de llorar… ¡me siento tan triste! Es peor que cuando papá se iba los 6 meses de invierno con los yaks y nunca sabíamos si iba a regresar. Además, hoy de camino a casa he visto muchos animales muertos dentro de una casa. Creo que los matan para poder comerlos… ¡En nuestro pueblo nunca haríamos eso! La vida de los animales es tan valiosa cómo la nuestra, para poder comerlos debemos esperar a su muerte natural.

Grupo de estudiantes de Komang en Katmandú con Inés


Dos meses en Katmandú

Hoy he soñado con mamá, estaba trabajando en el campo. Recolectaba las patatas. Luego cocinaba mientras cantaba y sonreía. En el sueño también aparecía mi hermana, ella estaba cuidando de las trece cabritas, doce ovejas y dos vacas que tenemos… Luego aparecía mi hermano que venía a casa a visitarnos. Ese día comíamos queso de oveja, ¡lo echo tanto de menos! En el sueño era agosto y se acercaba la fecha en la que podríamos intercambiar nuestros productos con China y en la comida papá hablaba de que este año tenemos suficiente queso y mantequilla como para poder intercambiar por un buen surtido de arroz y ropas de abrigo para los meses de invierno.

Cinco meses en Katmandú

Me siento mejor, pero ojalá no hubiese despertado hoy. He soñado con el festival. En la competición de caballos ganaba un chico muy guapo y el equipo en el que estaba mi hermano ganaba en el juego de fuerza con la cuerda. Yo bailaba con mi hermana y no podía parar de reir…

Siete meses en Katmandú

Estoy contenta de estar aquí, aunque sigo añorando mi familia. ¡Ojalá pudiese enviarles más cartas! Pero la única manera de que lleguen allí es a través de Rinpoche una vez al año. Aun así ahora sé que tengo una gran oportunidad y debo aprovecharla. Sin embargo, hoy tuve una pesadilla, recibia una carta de mi hermana, me explicaba que mamá había muerto, que se había puesto muy enferma por el frío, estaba muy caliente y las plantas medicinales no lograron bajar su fuego. Según la astrología tibetana, mamá pertenecía al dios de los pájaros, así que los pedacitos de su cuerpo han nutrido a las águilas y ahora su alma ha vuelto con los pájaros. El sueño era tan real… que tengo miedo de que sea verdad.

Un año en Katmandú

Hoy ha llegado uno de mis hermanos de Komang, cayó desde un tejado y se hizo daño en el brazo, nadie supo cómo curarlo y durante los 15 días de viaje a Katmandú volvió con el brazo putrefacto. Hubo que amputarlo. Hoy he decidido que quiero ser enfermera, quiero saber cómo curar a la gente en Komang. Y ahora, tengo la oportunidad de serlo.

¡Actúa!

Si te llama la atención la cultura tibetana y quieres ayudar a que niños y niñas como Pema* puedan seguir estudiando, ¡ven de viaje solidario! No solo les ayudarás a mejorar con sus estudios, sino que les darás refuerzo positivo y les ayudarás en su integración en la gran ciudad. Inés sigue allí y ha preparado este artículo para acercarnos la realidad de los peques del proyecto. Si te apetece colaborar ¡Te esperamos!.


* Pema no es una niña real. Esta historia está elaborada con vivencias de varios niños y niñas del proyecto para preservar la identidad de los menores.

Un post de Inés Guardia Pena (voluntaria de abril a junio de 2017) y Nyima (coordinadora de voluntarixs de Katmandú).