martes, 22 de octubre de 2013

La vida en McLeod Ganj

Los días pasan rápido y mi partida cada vez está más cerca. Me da pena porque he conocido a gente maravillosa que probablemente no vuelva a ver (o quizás sí) y es que McLeod Ganj tiene una energía muy especial. Pertenece a  la India, concretamente al Estado de Himachal Pradesh pero a pesar de pertenecer a India es un sitio muy tranquilo. Rodeado de montañas, la gente pasea relajada durante todo el día, es un sitio pequeñito donde se accede a todos los lugares caminando. La mezcla de diferentes personas es muy agradable, aquí viven una de las mayores comunidades de refugiados tibetanos del mundo, por las mañanas les ves sentados con su mala (un collar tibetano hecho de cuentas de madera que es el equivalente a nuestro rosario) entre sus dedos cantando sus mantras, son muy curiosos y amables, siempre te reciben con una sonrisa. Hay por supuesto muchos hindúes y bastantes europeos o americanos que han decidido establecerse aquí. Hay muchísimos centros de yoga, meditación, reiki, etc. Yo me saqué la semana pasada el primer nivel de reiki y he estado practicando con mis compis de clase desde entonces. Existe también una comunidad de musulmanes chiquitita, la mayoría son de la región de Cachemira donde hace unos años también sufrieron una invasión y conflicto similar al padecido por los tibetanos. El sitio donde duermo que se llama Mount View está regido por gente de Cachemira y me miman como si fuera de su familia (mil gracias Shabir, Rama y Munna!). Cuando miro por la ventana veo las imponentes montañas que rodean este pueblecito, escucho cantar a los niños del cole de al lado y a veces recibo la visita de monos y águilas en mi terraza, aquí hay muchísimos. Para que veáis que no miento ahí va una muestra







Por otro lado, he estado todos los días visitando el proyecto de Yeshi, hablando con otros voluntarios, viendo un poco el funcionamiento del día a día, etc. La semana pasada fue algo especial porque el sábado se inauguró oficialmente su proyecto con lo cual han estado muy liados con los preparativos, vinieron hasta dos ministros y todos ellos se vistieron con sus trajes tradicionales tibetanos, fue un espectáculo muy bonito de ver. Uno de los profesores de inglés les falló así que me pidieron si podía sustituirle y he estado dando clases de conversación durante toda la semana pasada. Es la primera vez que hago de profesora y es curioso porque siempre he pensado que no lo iba a disfrutar pero al contrario, he disfrutado mucho de dejar mi pequeña aportación, ahora después de una semana de prácticas ya son capaces de utilizar correctamente el pasado simple :)






En el fin de semana he estado especialmente activa en la parte cultural. El sábado estuve en una competición de cortos que hicieron en TIPA (Tibetan Institute of Performing Arts) y disfrutando de las danzas tradicionales tanto de tibetanos como de India. El domingo hice un treking (con Tony, un chico americano, Eva, una chica alemana y Carolina, nacida en Polonia pero con el corazón en España, todos nosotros hemos formado una pequeña familia en India!). La tarde la pasé en TIPA viendo un documental muy premiado e interesante acerca de la vida de los tibetanos.









Hace un ratito he conocido a una chica española, de la Rioja, que lleva dos años viviendo en Mcleod Ganj y trabaja de forma voluntaria en un proyecto relacionado con los niños de los refugiados dándoles educación y a su vez tratando de empoderar a las mujeres tibetanas a través de talleres de artesanía. El jueves he quedado que iría a visitarlo.


Como dicen aquí Tashi delek! Significa ¡Todo lo mejor!

Besos

Yeshi...De pastor a fundador de una ONG

Llevo ya 5 días en McLeod Ganj y cada día estoy más contenta de haber elegido este sitio. 

Aquí es donde se estableció el Dalai Lama en 1959, todo el mundo aquí se refiere a él como His Holyness. Viven en torno a 20.000 refugiados tibetanos y la historia que tiene cada uno de ellos detrás hace que no deje de sorprenderme de la fortaleza de los seres humanos. Por ejemplo, el coordinador del proyecto que estoy visitando se llama Yeshi, el otro día mientras almorzábamos en una terraza con espectaculares vistas a la cordillera de Dhanla Dar me contó su historia. Hasta los 13 años fue pastor en su tierra, el Tíbet. Decidió huir porque quería acceder a una educación, cosa que en su país su familia no podía permitirse, no soportaba más la represión china y además quería conocer a su líder el Dalai Lama. Después de la ocupación china en Octubre de 1950 cada año más de 1.000 tibetanos cruzan la cordillera del Himalaya dejando todo atrás y arriesgando su vida a cambio de libertad. Yeshi estuvo durante varios meses preparando su huida y, cuando llegó el día, cogió su mochila y viajó durante 20 días en diferentes medios de transporte. En Lhasa se encontró con otros 40 tibetanos decididos a enfrentarse a un viaje largo y peligroso a cambio de una vida en libertad, son personas que no pueden soportar la violación de los derechos humanos que se produce constantemente en Tíbet a pesar de que la salida les pueda costar la vida.
Con la invasión, el gobierno comunista tomó el control de las escuelas. Acceder a primaria cuesta 150 yuangs al mes y secundaria 2.500 yuangs al mes. Para que os hagáis una idea los ingresos normales de un granjero tibetano son 4.000 yuangs al año por lo que la mayoría de las familias no se pueden permitir pagar una educación. Además, en las escuelas se ha eliminado el tibetano como lengua oficial y ha sido reemplazado por el mandarín. Por otro lado los tibetanos han perdido toda libertad religiosa, los soldados chinos vigilan los monasterios para que en las poojas (ceremonias religiosas) no se haga ninguna mención al Dalai Lama lo cual es muy incoherente ya que es el pilar de su fe religiosa. Aquellos que luchan por proteger sus derechos son arrestados y torturados. De hecho, desde el año 2009 más de 130 personas (en su mayoría monjes) han decidido inmolarse prendiéndose fuego en señal de protesta para llamar la atención de la comunidad internacional.
Yeshi me contó que de los 40 compañeros de viaje había aproximadamente 15 niños entre 1 y 10 años (muchos padres confían sus hijos al guía, siendo conscientes de que es probable que no los vuelvan a ver, esperando que sean capaces de soportar la dureza del viaje a cambio de una vida mejor). En el grupo había una mujer que viajaba sola cargando con sus dos hijos, de uno y dos años, atados uno a la espalda y otro en la parte del pecho. Estuvieron caminando durante dos meses atravesando la cordillera del Himalaya desde Octubre hasta Diciembre. La vía de huida más frecuente suele ser la región de Solu Khumbu, en la frontera con Nepal, donde se encuentra el Monte Everest. La altura media de esta ruta es de 5.000m. El motivo de hacerlo en invierno es porque en estas fechas es menos probable encontrarse con policía. En verano las montañas están controladas por la policía china que dispara a los tibetanos que intentan escapar de su régimen. Os podéis imaginar las temperaturas tan extremas que tuvieron que soportar. Caminaban más de 10 h al día, en alguna ocasión tuvieron que caminar también  de noche puesto que era muy peligroso descansar. Por supuesto, no tenían ni tiendas de campaña ni ninguna “comodidad” de las que pueden gozar los montañeros profesionales. Una o dos mudas de ropa, una muyee (chaqueta de lana) para el frío y sólo un par de zapatos. Tienen que ir lo menos cargados posible por si surge una patrulla china y tienen que salir huyendo. Para dormir, llevaban una manta y un plástico y se envolvían en él. Respecto a la comida, cada uno llevó un tsampa (harina de cebada tostada que constituye el alimento básico de los tibetanos) y unos gramos de mantequilla de yak.
Para cruzar los ríos se desnudaban completamente y se ataban unos a otros con una cuerda para que no se los llevara la corriente, cargando cada uno con su ropa en la cabeza y asegurándose de que ésta no se mojara. El entorno era hostil no sólo por las temperaturas extremas sino porque además tenían que lidiar con el ataque de animales hambrientos y los disparos de la policía tanto nepalí como china. Quedaron muchos por el camino pero él finalmente llegó. 

Yeshi ha decidido montar este proyecto para proteger la cultura tibetana y ayudar a otros refugiados tibetanos que acaban de llegar. La verdad es que tuve que hacer verdaderos esfuerzos para contener las lágrimas mientras me daba los detalles de su llegada a la India. Él lo contaba como si nada mientras degustábamos unos deliciosos momos que es el plato tibetano más famoso, unas empanadillas hechas al vapor o fritas rellenas de diferentes ingredientes (verduras, carne, etc)


Aquí tenéis una foto de este pequeño gran héroe =)


Aeropuertos y más aeropuertos...

Y al fin ha llegado el momento de despegar. Después de los últimos días llenos de despedidas, emociones (y una gran alegría gracias a los Premios Iniciativa de Pozuelo y la oferta del Parque Científico de Madrid, no sólo es un reconocimiento al trabajo al que me he dedicado en cuerpo y alma en los últimos meses sino que va a ser un empujón enorme para que Tumaini se convierta en una realidad), cruzo la puerta de embarque con todos los sentimientos metidos en una cocktelera. Por un lado, va a ser la primera vez que viajo durante tanto tiempo sola y es algo que me impone pero por otro lado, las ganas superan el miedo que pueda tener, ganas de enfrentarme a algo que siempre he querido hacer y ganas de comenzar a darle forma a Tumaini, darle forma de verdad, pateándome los sitios, buscando colaboraciones, visitando los proyectos, charlando con los coordinadores y beneficiarios, intercambiando culturas y sobre todo aprendiendo cada día un poquito más.





Los vuelos se me dan sorprendentemente bien, no me pierden la mochila, no hay retrasos, soy capaz de coger todas las conexiones...a pesar de que los indios se empeñen en poner mil trabas. ¡Ojo con los aeropuertos indios! ¡No he visto tantos controles en un aeropuerto en mi vida!. Pasas uno tras otro controles que comprueban exactamente lo mismo, he pasado hasta 3 controles con tan sólo unos minutos de diferencia y separados por pocos metros: comprueban mochila, te cachean... es incomprensible e incoherente y sobre todo muy frustante si vas justo de tiempo porque se lo toman con verdadera parsimonia. Así que ahí va mi primer consejo, si tienes que hacer escala en un aeropuerto indio y cambiar de terminal, cuenta con un mínimo de 3 h entre un vuelo y otro. 

Del aeropuerto de Mumbai Internacional al de vuelos domésticos hay que coger un bus gratuito que recorre todas las terminales.
Desde el Aeropuerto Internacional de Delhi al de vuelos nacionales (que también llaman Palam) es necesario salir del aeropuerto y coger el bus 10 o 18 que cuesta 25INR. Es importante saber que si queremos cambiar dinero hay que hacerlo en la Terminal Internacional. También si queremos comprar una tarjeta SIM (en el caso de que llevemos un móvil libre), opción muy recomendable si vamos a hacer alguna que otra llamada, cuestan muy poco (unos 150 INR y llamadas a 1INR el minuto) pero para comprarla te piden casi un informe de antecedentes penales. Para conseguir la tarjeta tienes que llevar: fotocopia del pasaporte, fotocopia del visado, una foto y los datos completos de un contacto (en India) que pueda verificar tu identidad. Una vez que se tramita todo y la persona confirma tu verificación tienes que llamar a un número predeterminado y te hacen un pequeño interrogatorio, si todo está ok entonces activan tu tarjeta. Yo lo conseguí después de casi 5-6 días aunque el periodo normal es de 2-3 días.

A Dharamsala se puede llegar de cuatro formas pero obviamente la más rápida es el avión (o mejor dicho avioneta). El aeropuerto de Gaggal está situado a unos 20km de McLeod Ganj y la subida en taxi cuesta 700 Rs.

Aquí voy a visitar un proyecto que trabaja con los refugiados tibetanos, dándoles las herramientas necesarias para su empoderamiento.