viernes, 9 de septiembre de 2016

Experiencia de Bárbara en Bolivia: "Repetiría una y mil veces"

"Ha sido una experiencia que no podré olvidar nunca. Un viaje y una labor que repetiría una y mil veces, si tuviera la ocasión.

En primer lugar, tengo que decir que me siento absolutamente enriquecida como persona y también a nivel profesional, dado que he tenido la oportunidad de encontrar allí dos estupendas veterinarias (Aleja y Marta) de las que aprender en todos los sentidos, pues han sido dos grandes amigas, madres, profesoras, confidentes... descripción, dentro de la cual también incluyo a Sandra (“Súper San” para los amigos), una catalana en toda regla, digna de admirar, altruista y fuerte. En definitiva, las personas que he conocido allí, por lo general, divinas y un ambiente estupendo, además del plus del English full time.

Por otro lado, creo que la labor que se realiza es totalmente merecedora del más valorado premio: desde que te levantas hasta que te acuestas, vives por y para los animales que tienes a tu cargo (salvo los miércoles por la noche que hay “Fiesta en Santa María”, viernes por la noche: “Fiesta en el Café” y, sábados, que es el día libre de los voluntarios) y, si te queda tiempo de luz, ayudas a otros compañeros a terminar su trabajo con los animales del campamento. Por todo ello y por mucho más, es una organización que me inspira una admiración y un respeto inimaginables.

Allí he podido conocer la naturaleza, la vida en su estado más puro... he podido confirmar mis expectativas de que para vivir bien y con plenitud se necesitan muy pocas cosas materiales, MUY POCAS. Cosas, cuyo uso masivo están destruyendo el mundo. Me refiero a que,en ausencia de electricidad, agua caliente, agua corriente (en ocasiones) y, un largo etcétera, y conviviendo con animales magníficos, cuyas personalidades jamás olvidaré, que te dan tanto (cariño, amistad, amor, calor en los días de frío y en los cálidos tampoco te libras, algún que otro arañazo o mordisco que hacen de tu amistad con ese animal algo físico e, inevitablemente, visible en tu piel, y que no borraría por nada del mundo) tanto, tanto, tanto... por tan poquito que tienes en tu mano ofrecerles a ellos.

Personalmente, he podido conocer a una estupenda “gata”, una ocelote llamada Lazy Cat, que no hacía más que morirse del gusto y ronronear por cada caricia que recibía, por cada canción que le cantabas, por cada mimito que le hacías, por cada pedacito de carne que comía y, por cada rama contra la que se restregaba o por cada árbol hendido en el camino sobre el que saltaba. Con algunos achaques ya por su longeva edad, pero aún llena de vida y ganas de seguir dando la lata y cariño a muchos voluntarios que todavía le queda por conocer.

Por otro lado, mi trabajo allí también ha consistido en cuidar a cuatro maravillosos monos aulladores; por una parte, a los más jovencitos: Sabrina, Lucho y Luis, a los que he tenido el placer de darles de cenar, de acompañarles hasta que desapareciera la luz del Sol y, de darles todo mi cariño.

Sabrina: una monita súper especial, defensora de la justicia y contraria a cualquier tipo de abuso que recibía Luis por parte de Lucho (macho alfa de la familia). Lucho, un loco del juego, un amigo y un compañero incansable, glotón, protector de los suyos, siempre y cuando la negligencia no la cometiera él (inyecciones, cremas anti-fúngicas, tratamientos anti-piojos). Por último, Luis: es la representación máxima de la ternura, de la indefensión, incluso de la dependencia. Solicita cariño constantemente, necesita de tu calor y de tus caricias más que el respirar, y eso, no es del todo bueno. Todavía tiene que crecer, hacerse fuerte y demostrarse que pese a tener un macho alfa como Lucho, él es fuerte y competente por sí mismo. 

Por otro lado, tenemos a Bitón: vive en una jaula separada porque tiene tendencia a ser muy agresivo con otros monos. Sin embargo, con las personas “se deshace”, aunque a veces le cuesta reprimir su fuerte e instintivo carácter. He pasado mucho tiempo con él, aunque mucho más tiempo ha sido el que he dedicado tras él, bien porque le llevaba a pasear y no quería regresar a la hora de la cena, o bien, porque rompía el techo de su jaula y se escapaba. He puesto mucho esfuerzo de mi parte para ganarme su confianza y me siento plena al saber que lo he conseguido. En definitiva, es un animal híper especial, del que, actualmente, tengo muy buenas noticias: ha conseguido establecer una relación cordial con una familia de monos aulladores que ha encontrado en la selva que envuelve al parque y eso me llena de orgullo y de alegría.

Asimismo, no era consciente de ciertas habilidades que a la fuerza he tenido explotar en Bolivia: quién me diría a mí que sería capaz de ayudar a apagar un incendio en la selva, cual bombero; o a rastrillar y machetear toda la maleza que cubría el cortafuego que rodea el parque.

Esta experiencia me ha permitido probarme, me ha permitido saber que puedo ir más allá de los límites que inconscientemente me pongo, saber que soy poderosa y que puedo dar mucho de mí, mucho más de mí de lo que creo que puedo ofrecer. Me ha hecho superarme y valorarme más como persona. 

Me ha ayudado a aceptarme tal y cómo soy, y todo ello ha sido, en su mayor parte, gracias a la confianza que te da el dedicar tu tiempo a preservar la naturaleza, el compartir tu vida con animales silvestres, que aun pudiendo lastimarte (por la naturaleza de su instinto) no lo hacen, porque de forma innata tienen un sentido del respeto más amplio hacia otras especies que la renombrada razón humana. 

También, gracias a las situaciones límite que tienes que ir manejando allí, a las personas que te enseñan a tratar esas situaciones y, sobre todo e indispensablemente, gracias a ti mismo, que pones tu granito de arena: todo tu esfuerzo y empeño en dar lo mejor de ti, toda tu voluntad en construir junto con increíbles personas una frontera, una barrera o un límite que impida la destrucción de lo maravilloso que ya es el mundo, ese que poco a poco (en realidad, a gran escala) estamos demoliendo, y que gracias a organizaciones como esta y a todas las personas que se suman exponencialmente a este tipo de causas, podemos empezar a protegerlo, aunque sea, en un principio, en torno a unas pocas hectáreas de tierra.

Me siento muy afortunada de haber tenido la oportunidad de dedicar mi tiempo en algo tan importante. Tan importante como proteger un derecho irrevocable, el más universal e inamovible de todos: el derecho a una vida de bienestar, felicidad y libertad para todos los seres vivos, con independencia de su especie"

1 comentario: