Elisa ya conocía Kenia. Había hecho un viaje organizado en 2017. Le impactó tanto que, cuando estaba aterrizando en Madrid,
se prometió a sí misma que volvería al año siguiente. Pero no regresó de turismo, sino con un viaje solidario, a través de
Tumaini. Gracias al voluntariado ha conocido “lo esencial, lo auténtico y lo impactante” del país, afirma. La experiencia ha sido tan bonita que dice que la repetiría “mil veces más y cada vez sin duda crecería de nuevo por dentro”.
Ya habías viajado a Kenia, ¿qué te hizo volver y por qué de forma solidaria?
En 2017 visité el país con 2 amigas en un momento personal delicado y me prometí volver en cuanto aterricé de vuelta en España. Primero, por lo que supuso para mí a nivel anímico , ¡ese viaje me llenó de ilusión!, y segundo, por lo especial de Kenia.
Todo el mundo dice que una vez la conoces te atrapa y eso mismo me pasó a mi. Kenia tiene magia, me robó el corazón: los paisajes, los sonidos, los olores, la comida y, sobre todo, su gente. Decidí volver para ayudar porque las miradas, los abrazos y las sonrisas de los niños a nuestro paso me dejaron en deuda sin duda.
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Elisa hizo voluntariado con bebés abandonados o huérfanos en Nairobi. |
¿En qué se diferenciaron los dos viajes (el primero, turístico, y el segundo de voluntariado)?
El año pasado viajé en pack organizado, con todo tipo de comodidades, y disfruté muchísimo de los sitios que visitamos y de los momentos con mis amigas. Pero, al fin y al cabo, fue “un viaje más”. “Lo esencial, lo auténtico y lo impactante” del país no está ahí en la superficie, pero en nuestro primer viaje a Kenia se colaba en nuestras paradas sin dejarnos indiferentes.
Cuando volví esta segunda vez a conocer todo eso que me había tocado por dentro me di cuenta de que
eso que no se ve en los paquetes turísticos es aún más bonito que los lodges de lujo. A través de un viaje solidario conoces la realidad del país, te sumerges en ella, aprendes su cultura, su idioma y das a la vez que recibes. Por otra parte, se puede combinar con turismo convencional, por lo que se convierte en una experiencia que siempre recordarás.
¿Cómo era tu día a día en el proyecto de Nairobi?
Mi horario de voluntariado era de 9 a 17 h con una hora de descanso para comer. Mi tarea principal era
cuidar de bebés huérfanos o abandonados por sus padres de 1 a 24 meses (algunos con discapacidades físicas/mentales): cambio de pañales y ropa, aseo, alimentación y entretenimiento. El resto del día, realizaba actividades con los niños más mayores (de 7 a 16 años).
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Con uno de los niños del centro. |
¿Cómo fue tu relación con ellos?
Fui la primera en colaborar con esta
ONG de Nairobi y además no coincidí con otros voluntarios. Al principio, niños y trabajadores del centro estaban expectantes (creo que muchos no habían visto una blanca nunca). Pero, en muy poco tiempo, se creó un vínculo fortísimo por ambas partes (incluso de verdadera amistad con algunos de ellos). Tanto, que cuando volví a España me costó muchísimo retomar mi rutina: les echaba de menos y l
legué a quererles tanto que pase una especie de duelo, ¡deseaba haberme quedado allí! Me hicieron sentir una más llenándome de cariño a diario en forma de gracias. ¡Pero las gracias se las tengo que dar yo!
¿Hay alguna historia de algún niño o niña que te haya marcado?
¡Hay tantas historias! Me tocó trabajar en la unidad de bebés, alimentándoles, limpiándoles, jugando con ellos… Había un pequeño que tenía autismo y consiguió
sonreír y “chocar los 5” conmigo después de mil intentos por mi parte, ¡las cuidadoras no daban crédito!
Y, por supuesto, nunca olvidaré a uno de ellos, “your novio” como decías las “aunties” que aprendieron español.
Fue amor a primera vista, qué pena que la adopción internacional en Kenia no esté permitida, ¡porque cuidaría de ese bebé para siempre!
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Elisa junto a mujeres masai en Kenia. |
¿Qué opinas de la labor de la ONG con la que colaboraste?
Hacen un trabajo maravilloso, ¡qué sería de esos niños de lo contrario!
Reciben una buena educación basada en el respeto, el agradecimiento y el trabajo. Además, son alimentados de forma equilibrada, escolarizados y además ¡consiguen interiorizar un concepto de familia entre ellos envidiable!
¿Qué aprendiste de tu viaje solidario?
A valorar lo que tengo,
a recibir, a tolerar, a observar… Me hice fuerte físicamente, entendí que otras realidades muy diferentes son igual de buenas o incluso mejores que la mía (que a priori parecía perfecta)... Y, sobre todo, aprendí a emplear mi tiempo libre en cosas que te llenan, más que los placeres vacíos.
¿Tu viaje solidario te ha cambiado, aunque sea un poco, la vida?
Sí, soy mejor persona,
me encuentro llena de paz, sin cabida a problemas superfluos del día a día. Muy satisfecha por el granito de arena aportado y por otra parte muy agradecida por haber tenido la oportunidad de vivir algo tan especial en todos los sentidos.
¿Hiciste nuevas amistades durante tu colaboración?
Todavía
sigo en contacto con mucha gente (la directora, las cuidadoras, una estudiante africana que hacía prácticas allí, el conductor, y los masais que me recibieron los fines de semana). Son gente maravillosa que abraza al que llega, te lo dan todo, incluso lo que no tienen para ellos mismos. Espero de corazón volver pronto.
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En su voluntariado, Elisa hizo amistades que todavía perduran. |
¿Recomendarías el viaje solidario a una persona que está dudando en hacerlo?
¡Entiendo que hay que ser valiente! Al inicio hay dudas, incertidumbre...
Pero lo positivo en la balanza final es aplastante, ¡100% ventajas y aportaciones para uno mismo! Es la experiencia vital más preciosa del mundo y considero que todos deberíamos pasar por ahí al menos una vez.
Elisa viajó y colaboró en el centro de acogida para niños y niñas de Nairobi del 16/06 al 02/07/18.
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