Llevo ya 5 días en McLeod Ganj y cada día estoy más contenta
de haber elegido este sitio.
Aquí es donde se estableció el Dalai Lama en 1959,
todo el mundo aquí se refiere a él como His Holyness. Viven en torno a 20.000
refugiados tibetanos y la historia que tiene cada uno de ellos detrás hace que no deje de sorprenderme de la fortaleza de los seres humanos. Por ejemplo,
el coordinador del proyecto que estoy visitando se llama Yeshi, el otro día
mientras almorzábamos en una terraza con espectaculares vistas a la cordillera
de Dhanla Dar me contó su historia. Hasta los 13 años fue pastor en su tierra,
el Tíbet. Decidió huir porque quería acceder a una educación, cosa que en su
país su familia no podía permitirse, no soportaba más la represión china y además
quería conocer a su líder el Dalai Lama. Después de la ocupación
china en Octubre de 1950 cada año más de 1.000 tibetanos cruzan la cordillera
del Himalaya dejando todo atrás y arriesgando su vida a cambio de libertad.
Yeshi estuvo durante varios meses preparando su huida y, cuando llegó el día,
cogió su mochila y viajó durante 20 días en diferentes medios de transporte. En
Lhasa se encontró con otros 40 tibetanos decididos a enfrentarse a un viaje
largo y peligroso a cambio de una vida en libertad, son personas que no pueden
soportar la violación de los derechos humanos que se produce constantemente en
Tíbet a pesar de que la salida les pueda costar la vida.
Con la invasión, el gobierno comunista tomó el control de
las escuelas. Acceder a primaria cuesta 150 yuangs al mes y secundaria 2.500
yuangs al mes. Para que os hagáis una idea los ingresos normales de un granjero
tibetano son 4.000 yuangs al año por lo que la mayoría de las familias no se
pueden permitir pagar una educación. Además, en las escuelas se ha eliminado el
tibetano como lengua oficial y ha sido reemplazado por el mandarín. Por otro
lado los tibetanos han perdido toda libertad religiosa, los soldados chinos
vigilan los monasterios para que en las poojas (ceremonias religiosas) no se
haga ninguna mención al Dalai Lama lo cual es muy incoherente ya que es el
pilar de su fe religiosa. Aquellos que luchan por proteger sus derechos son
arrestados y torturados. De hecho, desde el año 2009 más de 130 personas (en su
mayoría monjes) han decidido inmolarse prendiéndose fuego en señal de protesta
para llamar la atención de la comunidad internacional.
Yeshi me contó que de los 40 compañeros de viaje había
aproximadamente 15 niños entre 1 y 10 años (muchos padres confían sus hijos al
guía, siendo conscientes de que es probable que no los vuelvan a ver, esperando
que sean capaces de soportar la dureza del viaje a cambio de una vida mejor).
En el grupo había una mujer que viajaba sola cargando con sus dos hijos, de uno
y dos años, atados uno a la espalda y otro en la parte del pecho. Estuvieron
caminando durante dos meses atravesando la cordillera del Himalaya desde
Octubre hasta Diciembre. La vía de huida más frecuente suele ser la región de
Solu Khumbu, en la frontera con Nepal, donde se encuentra el Monte Everest. La
altura media de esta ruta es de 5.000m. El motivo de hacerlo en invierno es
porque en estas fechas es menos probable encontrarse con policía. En verano las
montañas están controladas por la policía china que dispara a los tibetanos que
intentan escapar de su régimen. Os podéis imaginar las temperaturas tan
extremas que tuvieron que soportar. Caminaban más de 10 h al día, en alguna
ocasión tuvieron que caminar también de
noche puesto que era muy peligroso descansar. Por supuesto, no tenían ni
tiendas de campaña ni ninguna “comodidad” de las que pueden gozar los
montañeros profesionales. Una o dos mudas de ropa, una muyee (chaqueta de lana)
para el frío y sólo un par de zapatos. Tienen que ir lo menos cargados posible
por si surge una patrulla china y tienen que salir huyendo. Para dormir,
llevaban una manta y un plástico y se envolvían en él. Respecto a la comida,
cada uno llevó un tsampa (harina de cebada tostada que constituye el alimento
básico de los tibetanos) y unos gramos de mantequilla de yak.
Para cruzar los ríos se desnudaban completamente y se ataban
unos a otros con una cuerda para que no se los llevara la corriente, cargando cada uno con su ropa en la cabeza y
asegurándose de que ésta no se mojara. El entorno era hostil no sólo por las
temperaturas extremas sino porque además tenían que lidiar con el ataque de
animales hambrientos y los disparos de la policía tanto nepalí como china.
Quedaron muchos por el camino pero él finalmente llegó.
Yeshi ha decidido
montar este proyecto para proteger la cultura tibetana y ayudar a otros
refugiados tibetanos que acaban de llegar. La verdad es que tuve que hacer
verdaderos esfuerzos para contener las lágrimas mientras me daba los detalles
de su llegada a la India. Él lo contaba como si nada mientras degustábamos unos
deliciosos momos que es el plato tibetano más famoso, unas empanadillas hechas al vapor o fritas rellenas de diferentes ingredientes
(verduras, carne, etc)
Aquí tenéis una foto de este pequeño gran héroe =)
Queridísima moniii!!!! Mil gracias por compartir!! Si yo me emociono de leerlo, ya me imagino el esfuerzo que habrás hecho.. tu fortaleza, tu capacidad y tu sensibilidad, harán Tumaini una realidad. Seguí disfrutando, experimentando y mostrándonos tus vivencias. Un abrazo gigante
ResponderEliminarGracias a ti y a Yeshi Lhundup por esta historia, para nosotros de otro mundo y tan habitual para muchos tibetanos. Deseando encontrarme con vosotros dos, os quiero incluso antes de habernos visto.
ResponderEliminar¡Muchas gracias por tu respuesta Consuelo! Será todo un placer conocerte en persona, ¿Vendrás al evento que organiza Foro Tíbet y UNFFT del próximo sábado 14 de Junio en Madrid? Allí estaremos además dando información de nuestros proyectos.
ResponderEliminarUn abrazo