Ha sido una experiencia maravillosa, sin lugar a dudas, el mejor viaje que he hecho en mi vida. Ha sido muy enriquecedor y me ha ayudado a comprender, más aún, la situación en la que vive gran parte de la población keniata.
El día a día era tranquilo, como dicen allí, pole pole, montamos y acondicionamos la habitación de los voluntarios, pusimos las literas e hicimos percheros de madera.
Lara en una de las actividades |
Por la mañana acudía a las clases, ya que el orfanato también lo habían habilitado como colegio. Por las tardes, a partir de las 16h, ayudaba a los niños a hacer los deberes y luego salíamos a pasear por el campo y hacíamos actividades, juegos al aire libre, hicimos collares, pulseras, anillos, un taller de flores de papel, puzzles, bailábamos, coloreábamos....
Los fines de semana inventábamos muchas actividades para tenerlos entretenidos todo el día.
Con el dinero recaudado en el evento benéfico antes de ir se construyó un comedor y estuvimos diseñando el mismo dentro de las limitaciones económicas y conceptuales de la gente del proyecto.
Va a sonar a topicazo, pero lo que más me ha gustado y me ha hecho sentir feliz, era darles día a día todo mi cariño y amor.
He compartido sonrisas de complicidad en momentos difíciles, les he podido escuchar y comprender, me los he comido a besos y abrazos, siendo todo esto recíproco.
Lara, voluntaria el pasado mes de julio, en el proyecto de Kenia.
He compartido sonrisas de complicidad en momentos difíciles, les he podido escuchar y comprender, me los he comido a besos y abrazos, siendo todo esto recíproco.
Lara, voluntaria el pasado mes de julio, en el proyecto de Kenia.
Mariano, otro de los volunatarios, con varios peques del proyecto |
Lara y Nerea, voluntaria también, haciendo talleres por las tardes |
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