jueves, 19 de mayo de 2016

Experiencia de David en centro de fauna rescatada: "Allí aprendí a ser feliz y a sonreir más"

Solamente nos diferenciaba un matiz: a ellos se les veía un poquito nerviosos porque siempre habían escuchado que estos viajes cambiaban la vida. Yo, sin embargo, iba a hacerlo porque la Vida me había cambiado. Pero los ojitos de todos nos brillaban con la ilusión de hacer algo bonito, desinteresado y altruista.

Era una reunión de Tumaini para viajerxs que iban a proyectos de educación. Yo quise estar, quise compartir con ellos ese momento mágico del “qué nos vamos a encontrar”. No obstante, y aunque siempre anhelé participar en un Viaje Solidario, y podría haber sido uno de ellos, mi rumbo había cambiado. El fin era el mismo. Pero los destinatarios de mi trabajo no. La decisión es muy sencilla, a quién quieres regalar lo más valioso que tienes: tu tiempo, y aún mejor, con qué seres quieres enriquecer tu existencia.

David con el tucán Marwan
Después de 20 años dedicados a la enseñanza, y creyendo que la educación es la base de todo, había llegado a una nueva conclusión: la base de todo es la Naturaleza, porque sin ella, no hay nada. Así que mi camino derivaba hacia un lugar remoto, en mitad de la selva de Bolivia. Un lugar que antes parecía muy lejano y que ahora ocupa mi corazón casi en su totalidad porque de allí, nunca me he ido.

Mi vida había cambiado por factores que yo no pude dominar, esta vez la decisión fue mía. No hay ni un día que no me alegre y dé gracias por haber tenido las cosas tan claras y lanzarme a esta aventura.


No solo me ha dado una visión mucho más bonita de lo que le puedo aportar a este mundo, sino que todavía mejor, de lo que este mundo me puede aportar a mí…

Mis primeras tres semanas en el verano del 2015 se hicieron tan intensas, tan increíbles, tan espectaculares, que tuve que volver a los 4 meses. Y esa Navidad la recordaré como una de las más especiales que he tenido el lujo de disfrutar, de sentirme útil y sobre todo, de sentirme querido. Y allí te das cuenta que con muy poquito, lo tienes todo.

El amor que transmite un animalito no es comparable a nada, porque es puro, sincero, y sin pedir nada a cambio. Sin convencionalismos, sin pudor, sin barreras. Ellos solo quieren quererte. Solo necesitan darte su cariño. 

Milay disfrutando después de comer su papaya.

Ellos te eligen para que tú recibas toda su bondad. Y es por eso que las horas que allí dedicas a trabajar tienen un valor tan diferente, porque no reparas jaulas, no preparas comida, no limpias sin más. 

Lo que sientes es que reparas jaulas para que Marwan duerma más a gusto, preparas comida para que Milay disfrute con su papaya, y limpias para que Iván tenga su casita aseada.


El tayra Iván.

Quien haya convivido con animales, quien haya tenido mascotas, no puede imaginarse la impresionante vivencia que supone poder llegar a decenas de ellos que cada día te esperarán para darte los buenos días. Y su carita al ver el api (bebida a base de maíz típica de Bolivia) que tanto esperan cada mañana. Y la preciosa conexión que tienes tan distinta con cada uno de ellos, porque cada uno de ellos es especial, y cada uno de ellos tiene una fichita en la oficina para que todos los que llegamos allí por primera vez sepamos que no tratamos con números, tratamos con seres vivos únicos, con su historia y sus particularidades.

Por el contrario, quien no haya tenido nunca un bichito cerca, se está perdiendo una parte esencial de la creación. Allí aprendí a ser feliz y a sonreír más. Allí todo tiene sentido, allí todo cobra vida. Allí te das cuenta de que la solidaridad es algo natural que aparece cuando a todos nos une un fin no solo común sino precioso.

Descubres que entre tantas personas de diferentes países, la torre de Babel no existe porque todos hablamos el mismo idioma, el idioma de entender que juntos podemos hacer maravillas y que la recompensa mayor es hacer las cosas bien por quien más lo merece, por los más débiles, por aquellos que gracias a lugares como éste tienen una segunda oportunidad de vivir lo más parecido a la forma que al nacer tenían derecho. Allí no te planteas por qué o a quién le toca hacer algo, ni siquiera es cuestionable. Allí se hace y se disfruta al hacerlo.

Balú dando un paseo
Aprendes, y debes difundir, que estos lugares existen porque hay personas que han hecho actos muy malos. Y que es nuestro deber devolver a la Madre Naturaleza un poquito de aquello que otros le han arrebatado

Porque Balú no eligió que le quitaran a su mamá. Porque Balú es real, y existe, no es un cuento de Disney. Es un osito que ahora te necesita para dar un paseito por su senda. 


David jugando con Pepa
Porque Pepa no eligió no poder ir libre de árbol en árbol, pero te emocionará cuando una de tantas veces que esté jugando con una ramita que tú le trajiste de la selva, ella te la regalará a ti para que tú también juegues y porque, como todos ellos, como todos los animales, es agradecida. 



Así cientos y cientos de ellos que precisan de muchas personas para que cada día se puedan llevar a cabo todas las labores que necesitan, y que, milagrosamente, aunque no haya muchas veces casi voluntarios, se hacen…

Cuando llegué la segunda vez, no podía con la emoción del reencuentro. Miraba una y otra vez la carretera deseoso de que llegara la curva que llevaba al Parque. Y es imposible transmitir tanta felicidad como la que recibí cuando todos ellos me recordaban, cuando todos ellos gritaban de alegría al verme, me abrazaban, me llamaban… Tanto las personas que allí trabajan y dedican su vida a este paraíso, y a quienes admiro, como sus inquilinos de lujo: monitos, tejones aves, tortugas y un sinfín de especies más…

Es cierto, antes de ir mi vida había cambiado. Y mucho. Pero ahora ha dado un cambio sustancial cualitativo y cuantitativo. Ahora ha dado un salto de calidad. Ahora ha sido un punto de inflexión sin retorno… Y todo ello ha sido de una manera tan linda, tan emotiva, tan maravillosa, que a pesar de que nuestra lengua tiene mil palabras para definir sensaciones tan espectaculares, no quiero decirlas, porque hay que sentirlas. Tú tienes que sentirlas…

Confío que algún día puedas ver reflejada en ti mismo la sonrisa con la que yo escribo estas líneas, solo depende de ti. Ojalá alguna vez seas capaz de sentir la enorme gratitud que albergo hacia las personas y los animalitos que tuve el honor de conocer y cuidar en este proyecto, pues no puede ser mayor ni más impresionante. Volveré, seguro, tendré que volver, me están llamando…
Post de David, viajero de Tumani en este centro de rescate en Bolivia.
Si quieres colaborar en este centro escríbenos: info@viajestumaini.org

             


            

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