jueves, 30 de noviembre de 2017

Carta de Jesús desde el aeropuerto de Katmandú

Jesús con algunos de los niños y niñas del proyecto de Nepal

¿Cuántas veces has escuchado aquello de "el tiempo pasa volando"? Escribo esto desde la sala de espera del aeropuerto de Katmandú y, sinceramente, no sé dónde se han quedado los últimos 24 días que he vivido. Esta experiencia ha sido como un flash: fugaz, sí, pero también muy intensa. He quedado cegado con la amabilidad de la gente, con el esplendor de la innumerable cantidad de templos, con la -por qué no decirlo- bulliciosa y estresante ciudad y con su opuesto contraste de la naturaleza del resto del país; pero, sobre todo, he quedado totalmente obnubilado con la forma de ser, la felicidad, el compañerismo, la sinceridad y la más pura bondad de los niños y niñas del proyecto de Nepal que he podido conocer gracias a la colaboración y ayuda ofrecida de Tumaini. Valores que me han hecho experimentar en su total esencia y naturaleza, muy codiciados en occidente, pero no tan fácilmente vislumbrables.

Recuerdo el momento en el que puse mi primer pie en tierra nepalí: quedé alucinado con la estatua de Buda que vi nada más bajarme del avión, sin saber que, seguramente, mañana cuando llegue a España me sienta extraño cuando camine por la calle y no vea ninguna. Me encontraba temeroso por ser la primera vez que salía de Europa, que viajaba solo y que hacía un voluntariado, pero a la vez cargado de ganas de aprender y de ayudar. La verdad es que llegué de rebote a este proyecto de Tumaini, sin haber oído hablar de él y tras haberlo elegido un poco a ciegas, pero ahora no puedo estar más contento con lo que el azar me ha deparado.

Uno de los niños del proyecto. Al fondo, juegan a baloncesto.

"Nunca vas a estar solo"

Haré un punto de inflexión que creo necesario, ya que sé de primera mano que hay mucha gente en esta situación. "Me encantaría hacer un proyecto de este estilo, pero no tengo a nadie con quién hacerlo"; "si voy sin nadie, me voy a sentir muy solo y deprimido"; "no sabré desenvolverme en una vida y cultura tan diferente"; "mi inglés no es bueno y, por tanto, no puedo viajar solo"; y un sin fin de excusas más.

Pues bien, después de participar solo este proyecto, sin prácticamente coincidir con ningún voluntario más, he de decir que este hecho ha sido toda una suerte y no puedo recomendar más vivir esta experiencia solo. Un proyecto de este estilo te impregna en la cultura local y te permite abrirte más de lo que estamos acostumbrados en el ámbito social, dejando de lado los miedos y convirtiéndolos en ganas y energía. Si viajas con alguien que conoces, siempre vas a estar más pendiente de esa persona y no vas a tener una actitud tan sociable porque ya tienes a alguien contigo y "no lo necesitas". En cambio, viajar solo en este proyecto te supone todo lo contrario y, sinceramente, la evolución y el cambio que notas como persona es brutal.

Además, nunca vas a estar solo. La coordinadora del proyecto en Katmandú es encantadora y siempre va a estar pendiente de que estés como en casa; tanto Mónica como el resto de coordinadores de Tumaini van a estar a tu disposición las 24 horas del día para cualquier duda, preocupación, comentario... que quieras hacerles, preocupándose por tu situación casi a diario; los niños son increíbles y te tratan como a uno más e intentan acogerte desde el primer momento; siempre vas a conocer a otros ex-voluntarios del proyecto que andarán por Katmandú; y, además, vía redes sociales podrás contactar con grupos o páginas de españoles que se encuentran, en este caso, en Nepal, y que están en tu misma situación y están dispuestos a quedar para ver la ciudad juntos, tomar un café o, simplemente, charlar.

Sinceramente, os tengo que decir que he conocido más gente aquí que la que podría haber conocido quedándome en España, y sé que en algunos casos me llevo muy buenos amigos. Tuve la suerte de poder hacer una escapadita a Pokhara (totalmente recomendable) y, en el hostal, coincidí con unos 20-25 españoles, además de amigos que hice de todo el mundo. De verdad, hacedme caso: nunca vais a estar solos, y cuando os lancéis a viajar por vuestra cuenta, os vais a dar cuenta que hay mucha más gente en vuestra misma situación de la que creíais.

Jóvenes del proyecto junto a Jesús. 

100% Inmersión cultural

Volviendo al proyecto en sí, no tengo más que palabras de elogio. La forma en la que Tumaini ha organizado esta experiencia es, simplemente, increíble. Vives en el mismo edificio que los niños y la coordinadora, lo cual hace que estés en continuo contacto con ellos y con la cultura local. Aprendes de primera mano cómo viven aquí, y ello te hace sentirte uno más. Ves a los niños prepararse para ir al colegio, hacer la tarea (a lo cual puedes ayudarles, sobre todo a alguno que otro que les cuesta más, y ellos te lo agradecerán con una infinita sonrisa), juegas con ellos, comprendes su forma de ser y sus preocupaciones... En definitiva, no se me ocurre mejor forma de conocer una cultura tan distinta a la nuestra. Como dije, elegí Tumaini un poco a ciegas, pero ha resultado un acierto absoluto, tanto desde el punto de vista de organización del proyecto como desde el punto de vista de su trabajo. La verdad, ahora no puedo estar más contento de la forma en la que ha fluido todo.

Abrazo colectivo con los peques de la ONG nepalí.

Sonrisas a pesar de la distancia

Si me pongo a hablar de los niños, directamente es que no encuentro palabras para expresar lo que siento por ellos y cómo me han hecho sentir. Bondad, compañerismo, solidaridad, trabajo, felicidad, cariño, responsabilidad... Son sólo alguno de los valores que desprenden diariamente y que no dudan en compartir contigo, invitándote a ser como ellos a cada momento. Sinceramente, les admiro.

No pueden ver a sus familias, no pueden ni siquiera hablar con ellos, y aun así consiguen sobreponerse a la situación y siempre ser capaces de regalarte una enorme sonrisa de forma desinteresada. Aquí te das cuenta de todo lo que nos quejamos sin motivo en Occidente y de las cantidades de bienes materiales que necesitamos para ser felices, cuando no son en absoluto necesarios. Te hacen darte cuenta de muchísimas cosas, te hacen aprender de su actitud y, en definitiva, te hacen ser, inevitablemente, el primer beneficiado de la experiencia, pese a que eres tú el que en principio va a ofrecer su ayuda.

Las actividades lúdicas y deportivas formaban parte del día a día del proyecto.

Una familia nepalí

He de decir que vine buscando ayudar a la gente que más lo necesitaba, sentirme útil para el mundo y, además, vivir una experiencia que me hiciera crecer como persona. Y, por supuesto, todo ello lo he conseguido, y con creces. Sin embargo, y esto lo digo de forma totalmente sincera, me llevo algo que no podría haber imaginado jamás que me traería de vuelta: una familia. Me han hecho sentir como en casa, no me han podido tratar mejor y el cariño que han mostrado hacia mí no tiene precio. Sé que, a partir de ahora, tengo una gran familia nepalí, y poder decir esto es... Simplemente indescriptible.

Desde luego, cuando te sumerges en una cultura tan a fondo, cuando lo pasas tan bien y te ríes tanto, cuando te notas a ti mismo crecer como persona cada día, cuando conoces a tanta gente diferente a ti, cuando notas cómo tu mente se va abriendo poco a poco a lo desconocido, cuando dejas tantos prejuicios atrás; cuando experimentas todas estas sensaciones, a la vez y con la intensidad que este proyecto te permite... Sí, definitivamente, el tiempo pasa volando.

Abrazo de despedida, justo antes de ir al aeropuerto y escribir esta carta.


Jesús colaboró con el proyecto de Nepal del 7 al 31 de julio de 2017.

2 comentarios:

  1. Hola Jesús te entiendo perfectamente. Yo estuve allí hace 3 años. Y fue maravilloso!

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  2. Es un país increíble y un proyecto muy bonito en el que ves el esfuerzo que muchos niños y niñas tienen que hacer para estudiar :) Gracias por tu comentario!

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