jueves, 2 de noviembre de 2017

Un día cualquiera junto a los peques de Perú

Silvia junto a una de las niñas de la escuela - taller de arte. 

¿Cómo es un día cualquiera para una persona voluntaria en Perú? Silvia Lavado colaboró durante un mes tanto con los peques de Cusco como con los de Lamay. Nos cuenta con detalle las pequeñas aventuras cotidianas que se viven en el proyecto y nos confiesa qué le gustó más de la experiencia: “la pequeña familia en la que se convierten los voluntarios”.

“Así viví un día cualquiera de agosto de 2017 en la escuela-taller de arte. El centro abre las 8:30 h. Poco a poco, vamos recibiendo a los niños y niñas con un abrazo, un “buenos días” y la mejor de nuestras sonrisas. Mientras esperamos a que lleguen todos y todas, voy preparando la clase y colocando el material que vamos a utilizar.

Hoy toca taller de pasta con sal y lo tengo todo preparado. He comprado harina y sal, he preparado pequeños recipientes con agua, y he forrado la mesa con papel de periódico.

¡Me hace muchísima gracia que los peques tienen el hábito de lavarse las manos y ponerse crema!

Una de las niñas en el taller artístico. El objetivo es desarrollar la creatividad.

Empieza el taller

A las 9 h hacemos un juego colectivo en círculo y después distribuimos a los niños y niñas en los diferentes talleres (tutoría, cómputo, huerto, música o arte). Normalmente son ellos y ellas los que deciden en qué taller quieren estar.

La idea del taller de hoy es que los y las peques trabajen la imaginación y la psicomotricidad fina y que experimenten con otro material y textura. Hacemos la mezcla. Moldean, ríen y comentan entre ellos las formas que harán cuando la pasta se seque. Mientras, les voy explicando que hemos de dejar en el sol sus trabajos para que se sequen y al día siguiente los puedan pintar.

Llega la hora del recreo y para mi sorpresa no quieren salir, porque quieren seguir moldeando y manipulando su pasta de sal. Así que nos quedamos en clase casi todos :)

Los niños y niñas dejaron mensajes de despedida para Silvia el día que marchó.

El mejor regalo

Mientras manipulaban y moldeaban, los y las peques no paraban de bromear y parecía que no prestaban mucha atención a los pasos a seguir que yo les decía... ¡Pero no fue así! Para mi sorpresa, ya habían sacado algunas de las sillas de clase a un rincón del patio donde daba el sol para poner sus modelajes a secar, tal y como yo les había explicado. Fue una sorpresa muy grata, pero no fue la única... ¡Una de las niñas hizo un corazón y me lo regaló!


Silvia junto al resto de voluntarios y voluntarias en uno de los proyectos. 


Una familia de voluntarios

¡De este viaje solidario me ha gustado todo! El destino, la pequeña familia en la que se convierten los compañeros y compañeras voluntarios y por supuesto conocer y compartir mi tiempo con los niños y niñas de la escuela.

Lo único que he echado de menos es más información de los alumnos y alumnas del proyecto. Por ejemplo, si van a otra escuela, si tienen algún trastorno o discapacidad, su edad, su situación familiar, etc. ¡Aun así la experiencia ha sido muy positiva!"

¡Momento de recreo! El futbolín es uno de sus juegos favoritos. 


Silvia Lavado colaboró durante el mes de agosto en los proyectos de Cusco y Lamay


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